jueves, 19 de julio de 2012

Al respecto de la llegada del Hombre a la Luna y el Día del Amigo

Cada 20 de julio celebramos en Argentina el Día del Amigo, en coincidencia con el aniversario de la llegada del primer ser humano a la Luna.
Al respecto, hay una anécdota muy risueña, relacionada con ese "salto gigantesco para la humanidad" y que es, al mismo tiempo, una metáfora pintoresca del funcionamiento del mundo corporativo actual.
Ésta es la historia:
A las 23 horas, 56 minutos y 31 segundos, horario de nuestro país, 1200 millones de personas de todo el mundo vieron por la TV cómo el astronauta Neil Armstrong completó el descenso de los 9 escalones de la escalerilla del módulo lunar Eagle y dejó estampada en la superficie lunar la huella de su bota derecha, número 41.
Después, Armstrong pronunció la famosa frase preparada por la NASA para aquel momento único, “Un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad”… Esa es la traducción oficial de la frase. Sin embargo, tal vez un tanto nervioso (lo que es comprensible), Armstrong se equivocó en su breve discurso, tan ensayado en la Tierra, pues sus palabras fueron “A small step for man, a giant leap for mankind”. Según los que entienden del tema, al olvidarse de decir ´a´ antes de ´man´, pronunció dos oraciones que, vistas con rigor gramatical, se contradecían entre sí.
Hoy, 43 años después de aquel “blooper”, de los tres astronautas del Apolo 11, sólo Armstrong es recordado, por ser el primer hombre que pisó la Luna. Pero, ¿por qué fue él el primero y no sus colegas de viaje?
Hay por lo menos dos motivos. El primero –y el más conocido– es que él era el jefe de la misión. El segundo es que, de los tres, era técnicamente el menos necesario.
El coronel Buzz Aldrin sólo bajó del módulo lunar 19 minutos después que Armstrong, luego que éste confirmó que todo estaba en orden. Aldrin era el piloto del módulo lunar y, de los dos, el único que podía llevar el módulo de vuelta a la nave. Si algo le hubiese ocurrido a él, Armstrong se habría encontrado en serios problemas.
¿Y el teniente coronel Michael Collins? Él era, en realidad, el miembro más importante de la misión, pues era el único preparado para traer la nave espacial de vuelta a la Tierra, a casa. Por eso, debió permanecer en órbita esperando a Armstrong y a Aldrin.
Ello es una alegoría de cómo funciona el mundo corporativo moderno. En ese mundo no importa que los funcionarios y empleados sean súper especialistas ni que ejecuten sus tareas específicas a la perfección. Al final, y aunque se equivoque al pronunciar la única frase que tenía encomendada decir, el que se queda con toda la gloria es el JEFE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario